Imposible gustar a todo el mundo

El título de este post, es una de las verdades absolutas del ser humano. No se puede gustar a todo el mundo.
La única manera de sobrevivir a la sociedad que a veces nos asfixia, es tener este término claro y presente a diario. Se debe aprender a neutralizar los efectos de los juicios continuos del entorno, ya sean negativos o positivos. Ambos dos, afectan de distinta manera.

El filósofo Arthur Schopenhauer, ya hablaba de “la triste esclavitud de estar sometidos a la opinión ajena”.
Según este estudioso, una persona inteligente debe encontrar el equilibrio de la adulación constante como de la crítica negativa, sobre la opinión de los demás sobre nosotros.
Si aceptamos la adulación continua, que dice lo maravilloso que somos, hace que perdamos perspectiva de la realidad. Nadie puede ser perfecto y maravilloso, continuamente. El ser humano no es así, tiene claroscuros como el ying y el yang.
En contrapartida tampoco podemos aceptar la crítica continua, porque socava nuestra auto estima. No porque no la podamos escuchar, sino porque una cosa es escucharla y otra tomarla como la verdad absoluta.

Cerca de nosotros siempre existen estos dos tipos de personas, o la que nos adula o la que nos critica, constantemente.
Yo personalmente, tengo más de las segundas. Hecho en falta de vez en cuando, lo que yo llamo “una palmadita en su momento justo”. A qué llamo palmadita? Cuando alguien se acerca y dándote una palmadita cariñosa en la espalda, te dice “esta bien, lo has hecho bien”.

Ya lo dice, Schopenhauer, para neutralizar los efectos negativos de la crítica constante porque según sus palabras “un juicio nos hiere aunque conocemos su incompetencia, una ofensa nos enfurece, aunque somos conscientes de su bajeza”.

La mejor receta para neutralizar esto, es rodearnos de gente positiva, que nos quiera, que nos acepten como somos y sobre todo que nosotros cultivemos una buena autoestima y tener una idea justa de nuestro valor personal. Ni más ni menos, sino conocernos y saber verdaderamente cómo somos.
Así minimizamos las críticas y a su vez, aceptaremos las alabanzas en su justo valor.

A mi particularmente, cuando alguien hace algo para mi, ya sea servirme un café en una cafetería, como traerme un vaso de agua, siempre digo gracias y de buen modo. Pero a su vez, cuando hago yo un favor a alguien muy cercano como un amigo, vale me gusta que me lo agradezcan, por supuesto, pero solo una vez, no siempre.

Ayer alguien que me solicitó ayuda para un trámite por mi condición profesional y a la que por supuesto no cobre, me llamó para avisarme que al final se había aprobado a su favor la solicitud, luego de varios fallos. Me sorprendió, favorablemente, porque no estoy acostumbrada a esto. Yo me lo había tomado como un banco de tiempo, porque yo la ayude con eso sin costo, y ella no me cobró más las clases en su centro de pilates. Era un intercambio justo para ambas. Por eso me sorprendió que me llamara para contarme esto y sobre todo para decirme, que yo tenía mucho que ver con el resultado favorable del trámite. Haberse tomado la molestia de llamarme para decírmelo, en vez de esperar a verme, me pareció todo un detalle de su parte.

Según el psicólogo Wayne W. Dyer, sostiene que un 50% de la gente con la que nos topamos en la edad de mayores, es susceptible de no estar de acuerdo con nuestra manera de ser y pensar. Por eso, cuando alguien nos critica o no está de acuerdo con nosotros, debemos pensar que nos hemos topado con ese 50% que piensa de manera diferente.

Yo ahora me doy cuenta, que hasta el mes de mayo, yo vivía con casi el 50% de esa gente que nunca le voy a gustar, pero ahora estoy empezando a estar con el otro 50%. Posiblemente porque como dice la teoría del vació, he vaciado para permitir que se llene nuevamente con sangre nueva.

Según los budistas, intentar gustar a todo el mundo nos hará infelices, y si bien sufrir es inherente al ser humano, también hay caminos para minimizarlo. Ya lo digo yo siempre, “no estoy en este mundo para sufrir. Sor María de Calcuta hubo solo una”.
La mejor receta es entender que la persona que critica una decisión o una opinión nuestra, no lo hacen como crítica directa a nosotros como personas. Hay que saber encajarlas y aceptar que el que critica está tirando sobre otro su propia frustración sobre el tema en cuestión.

En fin, al final, todo reside en cómo nos sentimos y qué lugar tenemos en el mundo. Ya lo decía una amiga “no hay peor desprecio que no hacer aprecio”. Es difícil pero ejercitando esto diariamente, quizás se consiga. Dejemos la susceptibilidad para otras cosas.

Hoy a la tarde he comprobado que aun me queda gente en ese 50% que no gustare nunca. Pero la solución fue, levantarme, sonreir, decir hasta mañana y venirme a casa a escribir este post. Tonterías las justas.

pd: Che Pedrín, sabes de la teoría del vacío? para otro día.

 Referencia  artículo de mismo nombre de El País. Imagen vía Pinterest 
Rewind del 2009 de este blog.
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7 comentarios en «Imposible gustar a todo el mundo»

  1. Creo que lo importante es tener suficiente confianza en nostros mismos para que las opiniones ajenas no nos afecten demasiado, ni las positivas ni las negativas.

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